BUENAS VILLAS, GENTE BUENA, MALA GENTE
Mala gente, al igual que buena gente hay en todas partes,
pero la mala gente forma parte también desgraciadamente y tienen un marcado
significado en los pueblos, donde la gente se afana por tramar maldades,
levantar infundíos, calumniar y manchar el buen nombre de las personas,
menoscabando su estima, y dignidad; pueblos bonitos pero cuanta
envidia, rencor y maldad.
Durante nuestra triste guerra civil, esta deplorable faceta de
los pueblos, marco una tendencia trágica en la vida de los mismos, al
arrasar familias y bienes de aquellos de ambos bandos que sufrieron la inquina,
del rencor, la envidia y la maldad, de sus propios convecinos.
Las diferencias más profundas se notan en aquellas que
marcan el status social, en los bienes y riqueza de algunos vecinos
respecto a otros, considerando inferiores a aquellos que tienen economías
pobres o recursos modestos, o que tienen un patrimonio humilde, y que sin
embargo tiene mas grandeza de miras, nobleza y dignidad, que muchos de los que
presumen de ser los ricos del pueblo.
Por desgracia en nuestra sociedad, la envidia es libre y nada
divierte tanto como tirar de los pies a las personas humildes que triunfan y
nuestros éxitos son como alfileres para el resto, de ahí nuestra ruindad y
miseria. Cuantas denuncias se han interpuesto contra el propio vecino, cuando a
este se le ha concedido una pensión que el denunciante no tiene, solo con el
fin malicioso e infame de intentar que se la quiten, con el único objeto de que
los demás no posean algo de lo que tu no disfrutas. Tanta ruindad y miseria es
inconcebible e insoportable..
Hoy ante un mundo materialista, donde predomina la economía y la
posesión de bienes como seña de identidad de las personas, hemos caído en la
competencia desleal y deshonesta, generando en consecuencia, antagonismos y
envidias, y así hoy si alguien triunfa le damos parabienes por delante y
puñaladas por detrás, y nos atragantamos con el éxito de los demás.
En un pueblo dónde la vida social es lo más importante, uno de los pocos
entretenimientos es el cotilleo, cotillear sobre “Carlos”,
“Ana" “David”, “Elena”, etc. y sobre todo lo que hace tan bien la gente de
pueblo: “hablar bien por delante y ponerte verde a las espaldas”. Es
lógico, siempre la misma gente, la misma rutina, los mismos lugares, no tienen
vida propia y, están mas pendientes de los demás que de si mismos, y de
alguna forma tienen que desahogar su frustración y soledad.
Y sin embargo a primera vista la gente de pueblo parece
ser mas cálida y amable que en las ciudades, sin embargo, pronto te das
cuenta que esconden una especial idiosincrasia, debido a su rutina diaria, su
aislamiento, y la falta de contacto con gente nueva. Es entonces, cuando te has
ido, cuando empieza la única distracción que les queda: "el cotilleo, la
murmuración y muchas veces la calumnia".
Siempre se había dicho que el entorno social del pueblo, la vida
en el mismo, era más sana que en las ciudades, sobre todo por la amabilidad y
simpatía de sus gentes, pero es un falso mito. A su falta de vida social hay
que unir la marginación en la que viven, lo que les hace propensos para ejercer
una determinada forma de actuar...
Conozco muchos jóvenes y sobre todo mujeres que han tenido que
abandonar los pueblos, asqueadas por las murmuraciones y cotilleos de la gente,
que a veces no solo hacían eso, sino que si podían hacerlas daño
psicológicamente y amargarles la vida, disfrutaban con ello.
Es preciso, pues, afirmar que la envidia no es ajena, ni
independiente de la magnitud de las desigualdades, pero también el odio, el
temor y el menosprecio. Y así el que se ve obligado a caminar a pie, odia
y envidia al gran hombre que pasa a su lado en una carroza de seis caballos
mucho menos que el otro que también tiene carroza, pero sólo de cuatro
caballos”.
Y no podemos decir que se debe a la incultura o poca
formación de ciertas personas porque en la mayoría de los pueblos está demostrando
que a pesar de integrarlo mucha gente culta, son ajenos a valores que conforman
la personalidad y presumiendo que son conocedores de la ciencia, no lo
son en conciencia, ni en moral, que se abandonan a sí mismos de forma
ruin, para hablar mal de los demás, para esparcir escoria y maldad.
Es cierto que nadie es profeta en su tierra, pero una cosa es la
envidia por los éxitos de los demás y otra muy distinta, la maldad.
No es que toda la gente sea mala, siempre hay
excepciones, pero la tendencia general, el entretenimiento natural es
criticar a los demás.
Un día alguien me dijo: no te fíes de la gente de los pueblos y
yo me reí, hoy me he dado cuenta, hay mucha gente buena pero la mayoría son
asquerosamente malos, y no solo es mi opinión sino que ésta es generalizada.
Así podemos afirmar que el mayor pecado de los pueblos es la
envidia y esta hace que surjan resentimientos y odios, que muchas veces
terminan en gestos y acciones que solo causan pesar y sufrimiento y esta
envidia ha transformado un pueblo humilde, noble y sincero en lo que es hoy, un
pueblo de gente de mala calaña.
Se da el caso de que muchos libros de visitas, de paginas
Web de diversos pueblos con mensajes insultantes, que pudiendo
eliminarlos de los mismos, prefieren mantenerlos, con el único propósito
de generar discordias y rencores, y alimentar los odios, el antagonismo,
el mal rollo y la mezquindad, con el deseo malsano de provocar enfrentamientos
entre vecinos, porque disfrutan con los males ajenos.
Gente sin escrúpulos, manipuladoras, mentirosas. Individuos a
los que no les importa calumniar, difamar, injuriar. Seres que utilizan sus
fétidos pensamientos trufados de odio para destrozar a una persona y de paso si
podemos también a su familia.
Gentes a las que considerabas amigos y les cuentas que conociste
a una pediatra, y ellos difunden a los demás que estás en tratamiento con el
psiquiatra. Gente que si puede te amarga la existencia. Así se dibuja la
semblanza de un pueblo.
Pueblos donde abundan los personajillos de baja estofa que
se creen ombligo del mundo y no llegan ni a culo de aldea.
Pero los que realmente son odiosos son aquellos que van de
listillos, bachilleres pedantes y engreídos que su entretenimiento
favorito es mortificar cruelmente a los demás prescindiendo de valores y
virtudes morales.
Ignorantes malintencionados a los que habría que recordarles que
hace setenta años, por insidias parecidas a las suyas, cobardes y anónimas, a
muchos inocentes los arrojaron a un pozo, los recubrieron de cal viva o les
dieron el paseíllo. Afortunadamente vivimos en otros tiempos, pero los
comportamientos infames son idénticos.
Sin embargo también quiero expresar mis mejores deseos a esa
buena gente que queda en todos los pueblos, gente honesta, con arraigados
principios, de nobleza y de lealtad inquebrantables, donde la palabra
tiene valor y cuya humanidad esta por encima de cualquier egoísmo o maldad.
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